Escrito por Rodrigo Enríquez de Salamanca Gambara, Centro de salud Delicias I R3 MFyC del grupo de Enfermedades Infecciosas

Hoy nos paramos a reflexionar sobre otra pandemia diferente a la del coronavirus SARS-CoV-2. Una pandemia que se ha cobrado unas 40 millones de vidas en 40 años desde que se detectaron los primeros casos en el mundo y más de 60.000 muertes en España. Hablaremos sobre el virus de inmunodeficiencia humana (VIH).

Como ya es tradición desde hace años, cada día uno de diciembre se celebra el Día Mundial del Sida como estrategia para visibilizar a todas las personas que viven hoy infectadas por el VIH. De esta manera, intentamos dar el peso que merece a una enfermedad que han contraído en 2020 un millón y medio de personas en el mundo (4.000 en España aproximadamente), sumándose a los 37,7 millones totales (1,7 millones de los cuales son niños de hasta 14 años).

En 2020 hay aproximadamente un 50% de casos menos que en 1997. Desde el pico alcanzado en 2004, los casos de muertes relacionadas con el sida se han reducido en más de un 47%. De 1,9 millones de muertes 2004 frente a alrededor de 680.000 en 2020.

Pese a que la mortalidad y la transmisión del virus han disminuido en los últimos años, se trata de una enfermedad que debilita el sistema inmune y predisponiendo a infeccioses y tumores, aumentando la mortalidad del paciente. Todavía hoy no se dispone de vacuna o cura.

Nueva Estrategia Mundial contra el sida 2021-2026

En respuesta a estos datos, el Programa Conjunto de las Naciones Unidas sobre el VIH/sida (ONUSIDA) ha desarrollado recientemente la nueva estrategia mundial contra el sida 2021-2026 (Acabar con las desigualdades. Acabar con el sida). Este plan tiene un nuevo enfoque, pretende analizar las desigualdades que están impidiendo avanzar hacia el fin del sida como amenaza para la salud pública y pone como primera prioridad y reto centrar los esfuerzos en las personas que todavía no tienen acceso a servicios contra el VIH.

De los 38 millones de personas que viven con el VIH, 12 millones no han podido acceder a terapia antirretroviral (TAR) que salva vidas hasta junio de 2020. Este tratamiento da como resultado una supresión de la carga viral, lo cual evita la expansión del VIH. La nueva estrategia mundial 2021-2026 pretende abordar esta carencia y cortar la cadena de transmisión.

La estrategia mundial contra el sida se marca como objetivo 2030 que el 95% de las personas con VIH hayan sido diagnosticadas, de las cuales que el 95% tengan acceso a TAR y de estas que el 95% tengan una supresión viral completa para así controlar la pandemia actual.

La situación en 2020 está lejos de alcanzar dichos objetivos: el 84% conocían su estado, de estos el 73% tenían acceso al tratamiento y solo un 66% tenían una carga viral indetectable. Una falta de inversión crónica en la respuesta global contra el VIH no solo se ha traducido en millones de nuevas infecciones por VIH y muertes relacionadas con el sida adicionales, sino que también ha aumentado las necesidades de recursos globales. Se necesitan inversiones significativamente más grandes en áreas como prevención, capacidad diagnóstica, tratamiento y mejorar el marco legislativo y políticas.

La Atención Primaria (AP) juega un papel clave para alcanzar dichos objetivos. Desde AP hay una gran capacidad de cribado para la detección de nuevas infecciones al ser una de las puertas de entrada al sistema sanitario, así como realización del estudio de contactos de casos positivos.

Se debe poner mayor énfasis en los grupos sociales con más riesgo de contagio. Adquirir el VIH es 26 veces más frecuente entre hombres gay y otros hombres que practican sexo con hombres, 29 veces más frecuente entre personas que se inyecta drogas, 30 veces más frecuente para trabajadores sexuales y 13 veces más frecuente para personas transgénero. Además, la AP tiene espacio para la acción comunitaria, mediante la educación y concienciación para la prevención de enfermedades de transmisión sexual e información sobre recursos para personas con dificultad de acceso a la salud.

Atención Primaria debe adaptarse al nuevo escenario actual, diferente del de hace 40 años. Gracias a la simplificación de la TAR junto con la aparición de nuevos fármacos más tolerables, efectivos y con mayor barrera genética hizo que el tratamiento resultase, más fácil de tolerar y hoy, nos encontramos con que la población con el VIH con acceso a TAR está envejeciendo.

Este proceso trae consigo nuevos retos para la salud de los pacientes (mayor número de comorbilidades), su tratamiento (polifarmacia) y para la atención médica que reciben (mayor complejidad clínica y mayores necesidades asistenciales). De nuevo se presenta la AP como herramienta útil en el seguimiento de la población con VIH de manera longitudinal, ayudando en la adherencia al tratamiento, con el cumplimiento de calendarios vacunales, así como en la prevención y tratamiento de comorbilidades.

Sin embargo, pese a los avances en la TAR, los determinantes sociales de la salud en algunas poblaciones con el VIH siguen sin haber cambiado, produciendo desigualdades sociales en salud y estigma, que, en sus diferentes manifestaciones, continúa siendo un motivo adicional de sufrimiento para las personas con VIH y una de las principales barreras para prevenir y tratar esta infección.

Si no adoptamos ese enfoque de lucha contra las desigualdades tan necesario para poner fin al sida, el mundo también tendrá difícil poner fin a la pandemia de la COVID-19 y seguirá sin estar preparado para las pandemias del futuro.

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